domingo, 6 de diciembre de 2015

Qin Shi Huang, el primer emperador de China


Qin Shi Huang nació con el nombre de Zheng en el 260 a. C., durante el llamado "Periodo de los Reinos Combatientes". Gobernaban los reyes Zhou desde la capital Luoyang, pero ya sin la función religiosa de antaño. Era un simple poder nominal, mientras que el poder real lo tenían los nobles. En esta etapa, los estados más poderosos anexionaron a los más débiles. De los más fuertes eran Qin y Chu, que controlaban aproximadamente un tercio del territorio cada uno.

Pero su historia empieza con Zhuang Xiang, su antecesor. Había sido prisionero en el reino de Wei cuando era un príncipe, pero un mercader llamado Liu Buwei lo liberó e iniciaron una estrecha relación. Tan estrecha que influyó primero en el padre de Zhuang Xiang para que lo nombrara sucesor por encima de sus hermanos, luego pasó a ser su consejero y hasta le cedió a su concubina favorita. Y aquí vienen las dudas, puesto que las malas lenguas decían que la concubina estaba ya embarazada del mercader y consejero. Si eso es así, Zheng no era hijo del rey. En cualquier caso, al morir su supuesto padre, Zheng tenía 13 años y Liu Buwei fue su regente. Pero éste abogaba por la táctica de una conquista militar lenta y segura. Zheng discrepaba y no dudó en apartarle de su lado cuando alcanzó los 21 años y pudo gobernar por sí mismo. En su lugar ascendió a Li Si, más acorde a una política de expansión rápida.

Eso fue exactamente lo que sucedió. En solo 10 años consiguió acabar con los Estados Combatientes y en 221 a. C. se proclamó emperador con el nombre de “Shi Huangdi” —Primer Emperador—, en referencia a los primeros gobernantes míticos de China.

Mapa realizado por Marta Elías para Historia 2.0

Hay que reconocer parte del mérito de su éxito a sus antecesores, que ya iniciaron reformas que se tradujeron en una administración eficaz, un rico comercio y una agricultura desarrollada y, por lo tanto, un ejército bien equipado y alimentado, que además estaba entrenado por los múltiples conflictos armados. Para evitar rebeliones confiscó las tierras de reyes y príncipes y las repartió entre los campesinos; obligó a trasladar a los nobles a la capital, lejos de sus antiguos dominios; realizó movimientos masivos de población para acabar con los regionalismos; destruyó las murallas interiores y las ciudades fortificadas, y unió los distintos tramos fronterizos hasta crear una primera versión de la Gran Muralla. Dividió todo su territorio en 36 prefacturas, cada una gobernada por tres ministros: uno civil, uno militar y un supervisor. Para ayudar a la integración de tanta diversidad, unificó medidas, pesos, moneda y los caracteres lingüísticos. También creó una red de carreteras para conectar todas las capitales de prefactura.

Sin embargo, la unificación cultural instigada por Li Si fue mucho más complicada. Quemó los libros de filosofía e historia, respetando los de medicina, farmacia, agricultura y adivinación. En este punto hay que matizar que la quema no fue total, sino que conservó ejemplares en la Biblioteca Imperial —aunque ésta fue destruida igualmente más adelante—. También prohibió las críticas a su gobierno y quemó vivos a 460 intelectuales. Una vez más, debemos matizar que éstos no eran sabios ni estudiosos, sino enemigos políticos que podían representar una amenaza. Ambos hechos fueron exagerados y utilizados por sus detractores.

En cuanto a su forma de gobernar, Qin Shi Huang no delegaba; llevaba todo personalmente. Cada día revisaba kilos de informes en tablillas de bambú. El historiador Sima Qian lo describió con la “nariz ganchuda, ojos alargados, pecho de ave rapaz y voz de chacal”. Se dice que era inteligente, ambicioso y cruel, pero también un paranoico. Como anécdota, una vez sentenció a una montaña a ser pelada y pintada de rojo como los condenados porque ésta le bloqueaba el paso. En otra hizo noble a un árbol que lo refugió de la lluvia. Pero su obsesión más célebre fue su miedo a la muerte. Su palacio tenía numerosas habitaciones y cada noche dormía en una diferente, nadie sabía nunca en cuál. Mandó expediciones a los confines de su Imperio y más allá en busca del elixir de la vida. Las más célebres son las del hechicero Xu Fu, cruzando el mar en busca de las islas donde se suponía que crecía la hierba de la inmortalidad. Éste viajó en dos ocasiones y no regresó de la segunda, se dice que porque encontró Japón y se quedó allí.
A pesar de sus esfuerzos por hallar la hierba de la inmortalidad, por si acaso mandó construir una inmensa tumba repleta de tesoros y trampas, localizada a día de hoy en Xi'an pero todavía sin abrir.

Qin Shi Huang murió en 210 a. C. durante uno de sus viajes de inspección. Li Si llevó el cadáver junto al pescado para disimular el olor y no dio aviso de la muerte del Emperador hasta estar de vuelta en la capital. Su sucesor demostró no poseer la capacidad de gobierno de Qin Shi Huang y la dinastía Qin finalizó poco más tarde.


Bibliografía

  • Ceinos, Pedro: Historia breve de China. Madrid, Sílex, 2003, pp. 81-89.
  • Scarpari, Maurizio: Antigua China. Barcelona, Ed. Folio, 2005.
  • Folch, Dolors: La construcció de Xina: El periode formatiu de la civilització xinesa. Barcelona, Ed. Empúries, 2001, pp. 157-175.
  • Folch, Dolores: «El primer emperador». Historia National Geographic, 6 (2004), pp. 90-100
  • Folch, Dolores: «El primer emperador de China». Historia National Geographic, 61 (2009), pp. 52-65




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