La
expedición había sido muy tranquila hasta ese momento, en el que me encontraba
colgada de la cornisa más alta de la fachada del Monasterio de Petra. Eché un
vistazo fugaz hacia el suelo, donde el aparato de infrarrojos que estaba usando
yacía destrozado.
—¡Estás
tardando una eternidad! —chillé. Escuché como los improperios subían
progresivamente de volumen. Dani apareció en mi campo de visión, empapado en
sudor.
—¿Pero
qué te ha pasado? ¿Te has tropezado?
—Algo
así —mascullé.
—¿Cómo
que algo así? —insistió, avanzando con cuidado hacia mí.
—Se
me resbaló el trasto ese —gruñí.
—¿No
me digas que te has tirado a por él? ¡Joder, Casandra! ¡Tu padre puede comprar
mil de esos, pero no reponer a su hija!
—Fue
un acto reflejo —me defendí—. Pretendía cogerlo antes de que cayera, no ir
detrás.
Tenía
los brazos destrozados. No sabía cuánto más podría aguantar. Me había atado una
cuerda a modo de arnés, pero los nudos no eran el mejor de mis talentos.
—A
quién se le ocurre —continuó protestando, todavía evaluando cómo ayudarme sin
caerse él.
—¡Que
suba otro! —grité hacia abajo, desde donde el resto del equipo nos miraba con
preocupación.
Me
cogió por el antebrazo con una mano mientras se agarraba a la piedra tallada
con la otra.
—Cuando
te avise, te sueltas de la cornisa y me agarras el brazo. ¡Ya!
Dio
un fuerte tirón y me alzó lo suficiente como para que yo también pudiera
colaborar. Unos segundos más tarde estábamos a salvo en roca firme, jadeando
por el esfuerzo. Se escucharon aplausos procedentes del equipo.
—Si
vas a hacer cosas como estas, rechazo la oferta de tu padre —amenazó.
—Ya,
porque vas a renunciar al sueldazo que te ofrece —repliqué.
Tras
el éxito en sus dos misiones anteriores y lo útil que había sido, al margen de
su formación como químico, papá le había ofrecido un puesto en el trabajo de
campo a cambio de una considerable remuneración. Eso significaba ser un miembro
fijo en las expediciones en las que se lo requiriese.
Me
puse en pie, dándole una palmadita en el hombro.
—Gracias
por salvarme —dije.
—¿Eso
es todo?
—No
tengo confeti aquí ahora mismo…
Bajamos
los peligrosos escalones tallados en la roca sin dejar de discutir. El resto
del equipo nos llamaba “Pepa y Avelino”, en referencia a un matrimonio mayor
mal avenido de una serie de televisión.
Nos
despedimos de los demás, haciéndoles prometer que no le dirían nada a mi padre,
aunque solo dos de los presentes eran miembros de ARPA. Simplemente hacíamos
una pequeña colaboración con los arqueólogos jordanos aportando equipo. Me
había empeñado en ir porque me hacía ilusión ver Petra. Papá no quería que
fuera sola, y como Héctor estaba en Centroamérica y Alex seguía temporalmente
incapacitado, le había tocado a Dani. Como mi padre había aprovechado la excusa
para anunciarle su ascenso, le dio apuro protestar.
Sin
embargo, dentro de poco viajaría por primera vez siendo yo la hermana mayor a
cargo. Sofía cumplía los dieciocho en pocas semanas y quería que la acompañara
en su viaje. Papá no podía oponerse porque sería una demostración de machismo
impropia de él, pero sabía que estaba intranquilo. Probablemente estuviera
preparando algo muy relajado esta vez, lo que tampoco estaba mal, para variar.
—¿Tienes
ganas de conocer a Sofía? —pregunté a Dani mientras deshacíamos el camino a
través de las ruinas de la ciudad nabatea. Éste se encogió de hombros.
—Pues
me da igual. Parece sosilla, ¿no? —Lo miré frunciendo el ceño.
—Para
nada. Es tranquila, pero muy inteligente y con un ingenio afilado.
—Mientras
no tenga tu mala leche —murmuró. Le dediqué una sonrisa peligrosa.
—Pues
a mí si querías conocerme.
—Parecías
más simpática en foto —replicó, encasquetándome un sombrero de tela blanco como
los que usan los pescadores, pero con un camello bordado—. Toma, para que no se
te recalienten las ideas.
Se
puso uno similar y unas gafas de sol.
—¿Y
esto? —inquirí.
—De
los puestos de la entrada. Aquí pega un sol de cojones —contestó, antes de
retomar la conversación anterior—. ¿Sabes a dónde iréis?
—Todavía
no. ¿Seguro que no quieres venir? —bromeé.
—Gracias
a Dios, vuestros viajes rituales están vetados.
—Salvo
emergencias —recordé.
—Procura
no tener ninguna. Y si la tenéis, llama a otro. Susana me va a matar como me
vaya dos veces tan seguidas —dijo.
—¿Qué
tal os va? —Dani llevaba tiempo rondando a una de las chicas del laboratorio y
al final había conseguido una cita. Llevaban casi medio año, así que no la
había espantado aun.
—Normal.
—Se encogió de hombros.
—Que
apático estas hoy —protesté.
—¿Qué
quieres? Estamos a cuarenta grados y tú haciéndome preguntas de chicas.
Chasqueé
la lengua en señal de fastidio y pasamos a hablar de la última película que
había visto.
Llegamos
a la entrada del desfiladero y contemplé por última vez la magnífica fachada
del tesoro, tan popular desde Indiana
Jones y la última cruzada. Cuántas veces la había visto de pequeña y soñado
con vivir esas aventuras. Por supuesto, ni por un momento pensé que se haría
realidad, o al menos de la misma forma. Y, sin embargo, esa era mi vida ahora;
recuperando artefactos legendarios con alguna clase de poder incomprensible. Y
podía decir orgullosa que los dos primeros habían sido de los grandes: el
tridente de Shiva y Excalibur. Quién sabía qué sería lo próximo.
Anduvimos
con calma los casi dos kilómetros del desfiladero hasta llegar al aparcamiento
que había al otro lado, disfrutando de los preciosos colores de la arenisca por
el camino. Es una de las ventajas y a la vez inconvenientes de los sitios
turísticos: más comodidades, pero el encanto se esfuma en cuestión de pocos
metros.
Dani
condujo al hotel y se despidió hasta la hora de la cena. Parecía sentir la
necesidad de amortizar cada piscina que encontraba. Por mi parte, saqué una
silla hasta la entrada de la habitación y contemplé la bellísima puesta de sol
sobre el macizo de Petra. El lugar era como un pequeño pueblo, con casitas de
dos plantas diseminadas en varias calles. Nunca había visto un hotel así, pero
estaba fascinada con él. No me importaría vivir en una de esas casas con
semejantes vistas para siempre.
Nos
volvimos a reunir todos para la cena. Los otros dos miembros de ARPA, un chico
especializado en fotogrametría digital llamado Bruno y una arqueóloga veterana
de nombre Milagros, se quedaban al menos otra semana más. Yo debía volver a las
clases y Dani a su trabajo normal en el laboratorio. Cuando estábamos ya
tomando el postre, tuve la sensación de que alguien me observaba. Alcé la
cabeza y miré alrededor hasta topar con los ojos fríos de un hombre que se
sentaba solo en una mesa pequeña.
—Ese
tío nos está mirando —comenté, medio en un susurro. Dani se levantó para
servirse más gelatina y aprovechó para pasear la vista por la zona del
desconocido.
—Te
mira a ti. Creo que has ligado —bromeó antes de dirigirse a la mesa con la
comida. Volvió con un plato rebosante de una sustancia temblorosa de color
rojo—. ¿Creéis que la gelatina de fresa reduce mi hombría?
—Sin
ninguna duda, tío —replicó Bruno.
—Su
expresión no es nada amigable —insistí—. Esto no me gusta.
Mis
compañeros parecieron tomarme en serio esta vez.
—No
estamos en misión especial. Si vienen a espiar, no tienen nada que rascar aquí.
—Me tranquilizó Dani.
—Últimamente
hay más tensión con los americanos y tú eres un objetivo principal, Casandra
—intervino Milagros—. Probablemente solo te estén vigilando.
Le
di vueltas a sus palabras y empecé a preocuparme por el viaje de Sofía.
Supuestamente teníamos que hacerlo sin apoyo de ARPA, pero tenía la sensación
de que acabaríamos necesitándolo.
Dejamos
los platos vacíos en la mesa y nos encaminamos a las habitaciones, pero para
ello teníamos que pasar junto al hombre hostil. Nuestras miradas volvieron a
cruzarse cuando pasé cerca y me sorprendió comprobar que era mucho más joven de
lo que parecía. Debía tener más o menos la edad de Sam. Sentí una punzada de
dolor al volver a pensar en él tras tanto tiempo. No había sabido nada de mi
presunto novio desde hacía mucho. Esta vez, el chico esgrimió una sonrisa
torcida aún más malévola que sus ojos e hizo un gesto de saludo con la cabeza.
Desvié la vista y continué andando, obligándome a no mirarle. Su chaqueta
llevaba un parche que ya había visto antes y que despejó todas mis dudas:
volveríamos a encontrarnos.
—Es
del “Proyecto Génesis” —dije, una vez fuera del comedor. Era la organización
americana equivalente a la nuestra, pero con diferente fin. Nosotros éramos
independientes del gobierno y actuábamos para el desarrollo de la ciencia,
mientras que ellos eran parte del programa militar del suyo.
—¿Cómo
lo sabes? —preguntó Bruno.
—Llevaba
un parche en la cazadora —respondí.
—Joder,
es que cada vez se lo curran menos —bufó Dani.
—Creo
que Milagros tiene razón y que simplemente están vigilando y aumentando la
presión sobre nosotros. Se lo diré a mi padre mañana —continué, intentando
sonar despreocupada.
En
realidad pensaba llamarle en cuanto llegara a la habitación y pedirle que
aumentara la seguridad para nuestros compañeros. Si no, no me iría tranquila.
Sin embargo, en cuanto encendí el móvil vi varias llamadas perdidas de Helena,
mi mejor amiga. Sabía que me iba solo unos pocos días, así que tanta insistencia
no era normal. Toqué sobre “devolver llamada” y me llevé el teléfono a la
oreja. Una voz aparentemente tranquila contestó al otro lado.
—Hola
Helena. Siento llamar tan tarde. ¿Ha pasado algo? —Me quedé helada, sin poder
creer lo que me contaba—. ¡¿Qué te han puesto una bomba?!
Wow!!!! Me encanta!!! Ya muero de ganas de leer el libro :D, me encantan Dani y Casandra, me río un montón con sus conversaciones. Tengo una duda de lenguaje, ¿qué es currar ("cada vez se lo curran menos")?
ResponderEliminarEspero (demasiado) ansiosa el libro.
Un abrazo :D
Currar aquí es como "trabajar", es decir, que cada vez se trabajan menos el camuflaje, que no se esfuerzan.
EliminarDani en este libro va a tener mucho peso. Mira que me divierte escribir su personaje, y sobretodo esas discusiones!
Muchas gracias Nelly! Un abrazo ^^
Casandra en accion. Parece que la tercera entrega promete ser como mínimo tan electrizante como las anteriores. Me gusta.
EliminarMe empiezo a impacientar por la espera...Jajaja.
Gracias Marta.
Gracias a ti, Aurelio!
EliminarYa queda poco, a ver si las niñas me dejan acabar pronto la revisión. Espero que no te defraude! He intentado estar a la altura y regresar un poco al estilo del primer libro.